LECrim
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El 25 de enero de 2004, el cuerpo de Sheila Barrero, de 22 años, fue hallado sin vida dentro de su coche, un Peugeot 206, en el Alto de la Collada, en el puerto de Cerredo, Asturias. Sheila había recibido un disparo en la nuca con una pistola de calibre 6.35, un acto que aparentaba ser una ejecución calculada y a sangre fría. Tras veinte años de investigación y dos archivos provisionales del caso, el crimen sigue sin resolverse y el único sospechoso, Borja Vidal, fue liberado por falta de pruebas concluyentes.
La noche antes de su muerte, Sheila Barrero había trabajado como camarera en el pub Joe Team en Villablino, León, una localidad cercana a su residencia familiar en Degaña, Asturias. Sheila estudiaba Turismo y, entre semana, vivía en Gijón, donde trabajaba en una agencia de viajes. Los fines de semana regresaba a Degaña y aprovechaba para trabajar en el pub. Aquella noche del 24 de enero, Sheila trabajó hasta las 7:00 de la mañana y luego se quedó un rato más tomando una bebida con sus amigos antes de emprender el camino de vuelta a su casa.
Alrededor de las 8:00 de la mañana, Sheila se dirigió sola hacia Degaña, pero nunca llegó a su destino. Su hermano Elías, que había salido también en dirección a la casa familiar, encontró su coche aparcado en el área recreativa del Alto de la Collada, a medio camino entre Villablino y Degaña. En su interior se encontraba el cuerpo sin vida de Sheila, sentada en el asiento del conductor, con las manos sobre su regazo. La autopsia reveló más tarde que Sheila había muerto por un disparo en la nuca. La bala, de un calibre 6.35, había atravesado su cráneo, rebotado en la luna delantera y caído al suelo del vehículo.
El caso pronto centró las sospechas en Borja Vidal, exnovio de Sheila. Los dos habían mantenido una relación breve y conflictiva que terminó pocos meses antes del crimen. Varios testigos declararon haber sido testigos de peleas entre ambos, incluidas discusiones en el pub donde Sheila trabajaba. Se leñalaron como motivos posibles los celos y la presión de Sheila por retomar la relación, mientras que Borja ya había reanudado una relación con una expareja.

En las horas posteriores al hallazgo del cuerpo de Sheila, la Guardia Civil se dispuso a realizar una serie de diligencias que incluían inspecciones oculares y entrevistas a personas cercanas a la víctima. Los agentes descubrieron varias inconsistencias, como la aparición de una bufanda negra en los asientos traseros del coche de Sheila, la cual no pertenecía a la joven y cuyo origen no pudo ser identificado. En la bufanda se encontró una fibra azul que fue comparada con la chaqueta de Borja Vidal. Aunque se determinó que la fibra tenía una alta probabilidad de pertenecer a la chaqueta de Vidal, este hecho no fue considerado suficiente para establecer una implicación directa en el asesinato.
Uno de los puntos clave en la investigación fueron las pruebas de residuos de disparo. Treinta y tres horas después del asesinato, Borja Vidal y otros cinco varones fueron convocados para someterse a la prueba de residuos de disparo. En la mano derecha de Vidal se encontraron restos de plomo, antimonio y bario, una composición similar a la hallada en el casquillo recuperado en la escena del crimen. Sin embargo, Borja alegó que había estado cazando nueve días antes, explicación que fue aceptada por el juez. Además, los peritos no lograron ponerse de acuerdo sobre si los residuos podían haberse transferido desde otra superficie, lo cual debilitó el peso de la prueba.
Otro elemento relevante en la investigación fue la coartada de Borja Vidal. Sus padres declararon que la noche del crimen, Borja había permanecido en casa y que no había salido en ningún momento. No obstante, la Guardia Civil logró obtener testimonios contradictorios que sugerían que los padres de Vidal no se encontraban en casa esa noche, ya que algunos testigos los situaron en otra localidad jugando al golf. A pesar de estas declaraciones inconsistentes, la coartada de Borja no pudo ser desvirtuada de manera concluyente.
En 2004, Borja Vidal fue arrestado como principal sospechoso, pero pronto fue puesto en libertad por falta de pruebas concluyentes. En 2007, la Audiencia Provincial de Asturias archivó provisionalmente el caso al considerar que los indicios de criminalidad no eran suficientes para mantener una acusación formal contra Vidal. Tres años más tarde, el caso se reabrió con la intención de aplicar nuevos avances tecnológicos que pudieran esclarecer el crimen, pero nuevamente fue archivado.
El papel de la fiscalía en la investigación ha sido objeto de críticas constantes por parte de la familia de Sheila. La fiscalía no asistió a algunas de las diligencias clave, como los interrogatorios a los testigos y las declaraciones de los peritos. Además, en reuniones posteriores con la familia, la Fiscal Superior de Asturias, María Esther Fernández, mostró malestar por las declaraciones de los familiares a los medios, en las que cuestionaban la falta de acción de la fiscalía. Esto generó una tensión entre la familia y el Ministerio Público, con la percepción de que se estaba boicoteando la investigación debido a la exposición mediática del caso.
En 2018, la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil reabrió el caso aprovechando su presencia en Asturias mientras investigaban otro asesinato. Se llevaron a cabo nuevos análisis de las pruebas recogidas en 2004, incluyendo un casquillo y los restos de disparo en la mano de Vidal. Estos análisis concluyeron que la composición de los restos encontrados en la mano de Borja coincidía con la del casquillo hallado en el coche de Sheila. Sin embargo, la fiscalía consideró que esta evidencia no era lo suficientemente concluyente como para acusar a Vidal, argumentando que no se podía descartar una transferencia accidental de los residuos.
La motivación del crimen ha sido otra pieza que no se ha logrado esclarecer. Durante la investigación, la UCO barajó la posibilidad de un crimen pasional debido a la naturaleza de la relación entre Sheila y Borja, así como el hecho de que el cuerpo de Sheila parecía haber sido colocado con cierta "delicadeza" tras el asesinato. Sin embargo, también se consideró la posibilidad de un intento de agresión sexual, dado que Sheila tenía las medias rotas y una marca de mano en el muslo derecho. Ninguno de estos posibles móviles pudo ser probado de manera concluyente.
Además de los errores en la investigación y la falta de pruebas concluyentes, hubo otros factores que contribuyeron al sobreseimiento del caso. La falta de rastros biológicos de la víctima en las ropas de Borja Vidal y la ausencia de huellas del sospechoso en el vehículo de Sheila llevaron a la jueza de instrucción a considerar que no había suficientes elementos objetivos que permitieran dirigir la acusación contra él. Tampoco se logró localizar el arma utilizada en el crimen, ni se pudo probar que Vidal tuviese acceso a un arma de las características necesarias para cometer el asesinato.
En diciembre de 2019, la fiscalía solicitó el sobreseimiento provisional del caso al considerar que las nuevas diligencias practicadas no aportaban evidencia suficiente para acusar a Borja Vidal. En su informe, el Ministerio Público enfatizó que los restos de ADN encontrados en el cuerpo de Sheila no correspondían con el del investigado y que no se habían encontrado huellas de él en el coche. A esto se sumó el hecho de que los peritos continuaban sin poder determinar con certeza si los residuos de disparo en la mano de Vidal provenían del cartucho usado en el crimen o si habían sido transferidos desde otra superficie.
El 28 de enero de 2020, la magistrada titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Cangas del Narcea firmó el sobreseimiento provisional del "caso Sheila Barrero". La jueza concluyó que no se habían practicado pruebas suficientes para situar a Borja Vidal o a cualquier otra persona en el coche de Sheila en la mañana de su homicidio. El sobreseimiento se basó en la ausencia de pruebas concluyentes, la falta de huellas del investigado en la escena del crimen y la coartada proporcionada por los padres de Vidal, que, aunque cuestionada, no pudo ser desmentida de forma definitiva.
Tras el segundo archivo del caso, la familia de Sheila ha seguido protestando y buscando justicia, organizando manifestaciones y huelgas de hambre, así como reuniéndose con autoridades e incluso recurriendo a detectives privados para intentar encontrar nuevas pistas. La familia también ha denunciado la falta de voluntad de la fiscalía para llevar el caso a juicio, afirmando que la Fiscal Superior de Asturias les trató con desprecio durante una reunión. A pesar de sus esfuerzos, el caso de Sheila Barrero sigue sin resolverse, y la posibilidad de que prescriba ha aumentado la angustia de sus familiares.
El "caso Sheila Barrero" refleja las dificultades y los fallos que pueden surgir durante una investigación judicial. Los errores iniciales en la recolección de pruebas, las contradicciones en los testimonios, la falta de pruebas biológicas concluyentes y la incapacidad para localizar el arma del crimen llevaron a la imposibilidad de acusar formalmente a Borja Vidal. Dos décadas después del asesinato, el caso sigue siendo un callejón sin salida, sin que se haya hecho justicia para Sheila Barrero.