Eso de los gritos son dos meras líneas en una noticia muy del principio que para mí tratan de atar cabos con la hipótesis temprana de que Ramón tuvo algo que ver, ya que el testigo de los supuestos gritos vive en la Cañada y no en el Romeral.
Con este rumor me sucede como con ese otro de que los perros de las fincas proximas a la cuneta ladraron como locos durante la noche anterior al hallazgo del cadáver.
En mi opinión, a ambos se les dio cierta verosimilitud porque en su momento podrían suponer una explicación parcial a lo sucedido, pero cuando aparecen informaciones más precisas queda bastante claro que son rumores que no sirven para explicar lo que sucediera realmente.
Tras la publicación del informe forense queda bastante claro que el cadáver de Esther llegó a la cuneta la noche del 4 al 5 de febrero. De la localización de las lesiones causadas por el impacto del atropello se deduce que ella no tuvo tiempo de girarse al escuchar el ruido del motor ni, por tanto, de gritar al ser consciente de que iba a ser atropellada.