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La cárcel de Picassent, situada en la provincia de Valencia y también conocida como centro penitenciario Antoni Asunción, ha vivido una fuga de película la noche del pasado sábado. Dos internos, identificados como Sergio Cabello, de 43 años, y David Montejano, de 39, lograron escaparse sin ser detectados, dejando al descubierto las carencias de seguridad en uno de los penales más antiguos y concurridos de la Comunidad Valenciana. Hasta el momento, se sabe que ambos reclusos, multirreincidentes y con un historial de robos con violencia, lograron orquestar una huida aprovechando un momento de distracción generalizado en la prisión, concretamente durante la retransmisión de un partido de fútbol que enfrentaba al FC Barcelona y al Atlético de Madrid.
Según los primeros indicios, la planificación de la fuga no fue improvisada, sino que llevaba ya un tiempo gestándose en la sombra. Si bien el ruido y la expectación generados por el partido resultaron factores clave, no puede obviarse que los internos conocían de antemano puntos vulnerables en el sistema de seguridad de Picassent. Varias fuentes penitenciarias señalan que los barrotes de las ventanas de sus celdas se encontraban en mal estado, con signos de oxidación, lo que facilitó que los presos pudieran forzarlos o serrarlos sin levantar demasiadas sospechas. Tras arrancarlos, habrían trenzado o anudado varias sábanas, empleándolas como cuerda para descolgarse por un muro y, de ese modo, descender al exterior.
Lo sorprendente es que ninguno de los vigilantes asignados a la patrulla exterior, ni las cámaras de seguridad, detectó la presencia de estos dos internos en la franja horaria de la noche en la que se produjo la fuga. Las autoridades que se encargan de la investigación barajan la posibilidad de que Cabello y Montejano eludieran la vigilancia a través de zonas con poca iluminación o con los dispositivos de vigilancia fuera de servicio. A esto se suma la sospecha de que pudiera haber existido alguna clase de colaboración interna o, al menos, que los presos hubieran contado con información privilegiada sobre los horarios y los recorridos de los funcionarios de guardia.
En cualquier caso, la fuga quedó al descubierto hacia las once y media de la noche, cuando la ronda de control notó que un portón trasero, dedicado habitualmente a la entrada y salida de vehículos, presentaba signos de haber sido forzado. Al realizar el recuento de los internos, los funcionarios se percataron de la ausencia de Cabello y Montejano. De inmediato, se activaron los protocolos de emergencia, y tanto la Policía Judicial como el resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se pusieron en alerta. El rápido despliegue de la Guardia Civil, sin embargo, no fue suficiente para que esa misma noche se pudiera dar con el paradero de los fugados.
Uno de los puntos que más preocupa a las autoridades es la posible peligrosidad de uno de los evadidos, que podría ir armado. Se sabe que ambos cumplen condena por robos con violencia e intimidación, pero fuentes penitenciarias destacan que uno de ellos es especialmente peligroso y que incluso tiene una orden de alejamiento de sus hijos. Esta información ha generado un ambiente de inquietud entre los vecinos de la zona, quienes temen que los fugados puedan, en su desesperación por encontrar refugio o por obtener recursos económicos, cometer nuevos delitos que pongan en riesgo la seguridad ciudadana.
Además, la fuga de Cabello y Montejano ha reavivado el debate sobre el estado actual de la cárcel de Picassent y la urgencia de acometer reformas en una infraestructura que varios sindicatos, como Acaip, describen como obsoleta y con falta de personal. Las denuncias apuntan a que, pese a ser uno de los centros penitenciarios con mayor número de reclusos, la plantilla de funcionarios es insuficiente para ofrecer un control y una vigilancia óptimos las veinticuatro horas. También se menciona que algunos sistemas de seguridad, como los barrotes o las cámaras, llevan tiempo necesitando mejoras que no terminan de llegar por cuestiones presupuestarias o burocráticas.
La situación se agrava al recordar que no es la primera vez que tiene lugar una fuga en la prisión de Picassent. En julio de 2022, otro interno logró salir del penal sin un plan de evasión especialmente elaborado, escabulléndose por la puerta principal y mezclándose con abogados y visitantes. Aquel episodio, que evidenció fallos en los protocolos de acceso y control, no condujo a cambios lo suficientemente profundos como para impedir que se repitiera un incidente aún más grave. Esta reincidencia en las fugas pone de relieve la necesidad de realizar una revisión integral de la seguridad y las condiciones en que se desarrolla la vida carcelaria en este centro.
En la actualidad, la prioridad de la Guardia Civil y de los restantes cuerpos de seguridad es la localización urgente de Cabello y Montejano. Se mantiene un amplio operativo de búsqueda que se extiende más allá de la provincia de Valencia, puesto que no se descarta la posibilidad de que los fugitivos cuenten con apoyos externos y puedan desplazarse hacia otras comunidades autónomas. Aunque las autoridades piden colaboración ciudadana, se insiste en que no se intente detener a estas personas por cuenta propia, especialmente ante la sospecha de que uno de ellos podría ir armado.
Mientras continúan las investigaciones para esclarecer los detalles de este plan de fuga y se revisan las imágenes de las cámaras de seguridad, instituciones penitenciarias se enfrenta a un nuevo escrutinio sobre la eficacia de sus protocolos y la necesidad de modernizar sus instalaciones. La cárcel de Picassent, un centro que alberga a cientos de internos, mantiene sin embargo el apoyo de buena parte de sus funcionarios, que reclaman una mayor inversión en recursos humanos y tecnológicos para llevar a cabo su labor con garantías suficientes.