LECrim
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Introducción
La mentira es un fenómeno ubicuo en las interacciones humanas, presente desde la infancia y con funciones tanto adaptativas como desadaptativas. Aunque decir la verdad sea un valor socialmente deseado, la deshonestidad se emplea frecuentemente para obtener beneficios personales, evitar castigos o incluso proteger los sentimientos de otros. No obstante, en un porcentaje reducido de la población, la mentira deja de ser un recurso meramente circunstancial y se convierte en un comportamiento atípico, frecuente e incluso patológico, asociado a características de personalidad antisocial o rasgos oscuros.
La psicopatía, un constructo ampliamente estudiado en el ámbito forense y clínico, se ha caracterizado tradicionalmente por la presencia de comportamientos antisociales, ausencia de remordimiento, falta de empatía y tendencia a la manipulación y el engaño. La asociación entre psicopatía y mentira ha sido un supuesto central en la literatura, y a menudo se considera la deshonestidad como uno de los sellos distintivos de la psicopatía. Pese a ello, los hallazgos empíricos que exploran este vínculo no son siempre consistentes.
En la última década, se han publicado múltiples estudios que intentan esclarecer la relación entre los rasgos psicopáticos y la propensión a mentir, así como la calidad y cantidad de las mentiras dichas. Este artículo ofrece una revisión integradora de la literatura, incluyendo hallazgos recientes tanto en contextos experimentales como en muestras poblacionales de riesgo, considerando además enfoques teóricos actuales como el modelo triárquico de la psicopatía y la tríada oscura (psicopatía, maquiavelismo y narcisismo). Asimismo, se discuten las características atípicas de la mentira —incluyendo la tendencia a mentir por diversión o sin motivos aparentes— y su relación con trayectorias de desarrollo antisocial y criminógeno a lo largo del tiempo.
La psicopatía: definición y modelos conceptuales
La psicopatía es un constructo heterogéneo que ha sido conceptualizado de diversas formas. Tradicionalmente, se ha asociado con rasgos como la manipulación, la superficialidad emocional, la falta de empatía, la ausencia de remordimiento y la conducta antisocial persistente. Instrumentos como la PCL-R (Hare & Neumann, 2008) han sido claves en su medición. Sin embargo, investigaciones recientes han cuestionado algunas premisas clásicas sobre la psicopatía, argumentando que no todos los individuos con rasgos psicopáticos presentan déficits morales o emocionalmente evidentes (Rosenberg Larsen et al., 2020).
La psicopatía puede ser entendida desde diferentes modelos. El modelo triárquico (TriPM; Patrick, 2010; Van Dongen et al., 2017) considera tres componentes:
Por otro lado, el estudio de la tríada oscura de la personalidad (Paulhus & Williams, 2002), que incluye psicopatía, maquiavelismo y narcisismo, destaca que todos estos rasgos oscuros comparten la manipulación y el engaño como características centrales. No obstante, hay matices: mientras el maquiavelismo se asocia con una frialdad calculadora y un engaño estratégico, la psicopatía implica una manipulación más impulsiva y con menor remordimiento, y el narcisismo podría estar más relacionado con la mentira asociada a la autopresentación grandiosa.
La mentira como fenómeno complejo
La mentira no es un constructo homogéneo. Puede variar en función del motivo (hedonista, altruista, instrumental), del contexto (interacciones íntimas, situaciones académicas, entornos laborales), de la magnitud (desde pequeñas exageraciones hasta engaños graves) y de la frecuencia. La mayoría de las personas mienten ocasionalmente; sin embargo, existe una minoría (alrededor del 5%) que miente de forma prolífica, ya sea por disfrute, por hábito o sin razón aparente (Curtis & Hart, 2022b).
Durante el desarrollo, la mentira pasa por una trayectoria relativamente predecible: aumenta en la infancia y la adolescencia temprana, debido a la evolución de las habilidades cognitivas (teoría de la mente, funciones ejecutivas) y a la exploración de las normas sociales, y luego disminuye en la transición hacia la edad adulta (Talwar & Crossman, 2011). Sin embargo, algunos individuos no siguen esta trayectoria normativa y mantienen niveles elevados de mentira atípica durante la adultez. Esta persistencia atípica se ha relacionado con rasgos antisociales y con la psicopatía en particular (Van Dongen et al., 2017; Rosenberg Larsen et al., 2020).
Evidencias empíricas: Psicopatía, mentira y desempeño en tareas experimentales
La investigación empírica sobre la relación entre psicopatía y engaño ha sido mixta. Por un lado, existe abundante evidencia autoinformada que sugiere que las personas con rasgos psicopáticos altos reportan más conductas deshonestas y una mayor predisposición a comportarse de manera inmoral (Glenn et al., 2009; Zágon & Jackson, 1994). Estudios con la Dark Triad Short (SD3; Jones & Paulhus, 2014) también hallan correlaciones positivas entre las puntuaciones en psicopatía y mentiras autoinformadas en diversos contextos (Baughman et al., 2014; Jonason et al., 2014; Azizli et al., 2016).
Sin embargo, la evidencia basada en medidas conductuales de la mentira es más limitada y a veces inconsistente. Halevy et al. (2013) encontraron correlaciones positivas entre la psicopatía autoinformada y la mentira real en una tarea en la que los participantes podían inflar su desempeño para obtener una recompensa. De manera similar, Roeser et al. (2016) y Wiltermuth (2011) observaron asociaciones positivas entre psicopatía y exageraciones en el desempeño en tareas irresolubles, interpretadas como mentiras hedonistas para obtener beneficios monetarios.
En una línea similar, un estudio reciente (basado en el TriPM) encontró que del 19% de los participantes que mintieron sobre su desempeño en una tarea de rompecabezas irresoluble, aquellos que mintieron obtuvieron puntuaciones más altas en psicopatía que los honestos (Van Dongen et al., 2017). Además, se halló que la audacia psicopática estaba particularmente asociada con la mentira, sugiriendo que la frialdad, la valentía y la falta de miedo a las consecuencias pueden ser rasgos clave para el engaño exitoso.
En contrapartida, otros estudios no han encontrado una relación clara entre psicopatía y capacidad para mentir medidas en situaciones experimentales de engaño (Michels, Molz & Maas genannt Bermpohl, 2020). Por ejemplo, no se halló asociación entre los rasgos de la tríada oscura y la capacidad real de ser creído al mentir, ni tampoco una relación entre inteligencia general y éxito al engañar. Estos hallazgos sugieren que la simple posesión de rasgos psicopáticos no garantiza mayor habilidad para engañar.
Desarrollo de la mentira atípica y psicopatía
Investigaciones longitudinales que siguen a delincuentes juveniles han brindado evidencia importante: alrededor del 5% de la muestra mantuvo rasgos elevados de mentira atípica desde la adolescencia hasta la adultez (Curtis & Hart, 2022b). Estos individuos no solo eran más manipuladores e impulsivos en la adolescencia, sino que también mostraron más delincuencia y consumo de sustancias en la adultez. Este pequeño grupo de mentirosos crónicos parece encajar con el perfil psicopático: manipulación, insensibilidad y desinhibición. La impulsividad, la ausencia de remordimiento y la búsqueda de emociones, presentes en algunos subtipos de psicopatía, podrían explicar por qué ciertas personas mantienen niveles altos de deshonestidad a lo largo del tiempo.
La falta de remordimiento y empatía podría reducir el malestar que generan las mentiras, permitiendo su uso frecuente y sin reparos. La desinhibición, al facilitar la toma de riesgos, podría fomentar la mentira incluso ante el peligro de ser descubierta, mientras que la audacia puede aportar la confianza necesaria para sostener mentiras complejas. Curiosamente, la falta de evidencias sobre el rol de la insensibilidad afectiva en la frecuencia de la mentira atípica sugiere que no todos los componentes de la psicopatía tienen el mismo peso.
El papel de la inteligencia y las capacidades cognitivas en la mentira y la psicopatía
Además de los rasgos psicopáticos, la investigación ha intentado esclarecer si la inteligencia general u otras habilidades cognitivas (por ejemplo, la memoria de trabajo) facilitan el engaño. Dado que la mentira es cognitivamente exigente —se requiere crear una historia, sostenerla coherentemente, recordar qué se dijo, monitorear las reacciones del receptor—, es plausible esperar que una mayor inteligencia favorezca el éxito al mentir.
No obstante, los hallazgos al respecto son ambiguos. Algunos estudios sugieren que la inteligencia podría moderar la relación entre psicopatía y engaño, facilitando la aparición de un “psicópata exitoso” capaz de engañar sin ser detectado. Sin embargo, las evidencias empíricas no han sido concluyentes (Michels et al., 2020; Wright, Berry & Bird, 2012). En ocasiones se ha hallado que la inteligencia emocional o el coeficiente intelectual no predicen la capacidad para engañar con eficacia.
Una posible explicación es que la efectividad al mentir no depende solo de la inteligencia cognitiva, sino también de la experiencia, la capacidad de improvisar y la ausencia de respuestas emocionales delatoras. Si la psicopatía, especialmente en su faceta de audacia y falta de remordimiento, brinda un terreno propicio para el engaño, es posible que la inteligencia no sea un factor determinante, sino secundario. La experiencia y la práctica pueden ser más importantes que la inteligencia pura. Además, el engaño exitoso también depende de las capacidades del receptor para detectar la mentira, las cuales suelen ser bastante pobres (Bond & DePaulo, 2006).
Implicaciones prácticas y teóricas
La evidencia sugiere que la psicopatía se asocia con mayor predisposición a la mentira y el engaño, especialmente cuando se evalúa la tendencia autoinformada a mentir. Esto es relevante en el ámbito forense, la criminología y la psicología clínica, dado que la detección de engaños, la evaluación de la credibilidad y el tratamiento con individuos con rasgos psicopáticos puede implicar dificultades mayores. Los terapeutas, por ejemplo, deben ser conscientes del potencial engaño de pacientes con altos rasgos psicopáticos cuando sus mentiras pueden conducir a la manipulación del proceso terapéutico o la ocultación de conductas de riesgo.
Desde una perspectiva investigadora, el desafío radica en comprender qué subcomponentes de la psicopatía son los más críticos para la mentira. La audacia se ha destacado en algunos estudios, pero la mezquindad y la desinhibición también tienen correlatos con el engaño. Más aún, la evidencia longitudinal que muestra que la mentira atípica sostenida a lo largo del tiempo se asocia con rasgos psicopáticos invita a explorar intervenciones tempranas en individuos jóvenes que presentan estas tendencias, con el fin de prevenir conductas antisociales adultas.
Otro tema de investigación futura es la diferenciación entre mentirosos prolíficos y mentirosos patológicos. Los primeros pueden mentir frecuentemente por diversión y sin motivo aparente, mientras que los patológicos pueden experimentar angustia por sus mentiras y presentan un patrón compulsivo. La psicopatía podría desempeñar un papel diferencial en estos dos subgrupos: el mentiroso prolífico psicopático puede no sentir angustia alguna, mientras que el patológico puede sí tener algún malestar, lo que influiría en la calidad y frecuencia de sus engaños.
Además, se requieren más estudios experimentales que combinen mediciones conductuales objetivas del engaño, informes autoadministrados, evaluaciones de la tríada oscura y mediciones cognitivas. La tecnología de seguimiento ocular, el análisis del lenguaje no verbal y la interacción cara a cara bajo condiciones de engaño podrían arrojar luz sobre el papel exacto de la psicopatía en la dinámica del engaño.
Conclusiones
La relación entre la psicopatía y la mentira es compleja y multifacética. Si bien desde la literatura clásica se ha asumido que la psicopatía se asocia a una mayor y más efectiva mentira, la evidencia actual es matizada. Por un lado, existe correlación entre puntuaciones psicopáticas y mayor tendencia autoinformada a mentir o exagerar el rendimiento, así como a mantener niveles de mentira atípica a lo largo del desarrollo. Por otro, la capacidad de mentir medida experimentalmente no siempre se relaciona con la psicopatía. No todos los individuos con altos rasgos psicopáticos resultan ser grandes mentirosos en contextos controlados.
No obstante, la evidencia sugiere que la combinación de rasgos psicopáticos —especialmente aquellos ligados a la audacia, la falta de remordimiento y la mezquindad— puede crear las condiciones psicológicas propicias para mentir con mayor frecuencia y menos trabas morales, facilitando el engaño y la manipulación. Estos hallazgos tienen importantes implicaciones prácticas para la detección de la mentira, la evaluación forense, la prevención de conductas antisociales y el diseño de intervenciones terapéuticas.
La investigación futura deberá centrarse en determinar los mecanismos subyacentes a la relación entre psicopatía y mentira, la influencia de factores contextuales y ambientales, y la diferenciación entre mentirosos prolíficos, patológicos y aquellos con alta psicopatía. Además, comprender el rol de la inteligencia y otras habilidades cognitivas seguirá siendo un reto pendiente. La complejidad del fenómeno exige un abordaje multidisciplinario que integre la psicología de la personalidad, la criminología, las neurociencias y la investigación en cognición social, con el fin de desentrañar las raíces psicológicas y las consecuencias sociales del engaño sostenido.
Referencias (selección)
La mentira es un fenómeno ubicuo en las interacciones humanas, presente desde la infancia y con funciones tanto adaptativas como desadaptativas. Aunque decir la verdad sea un valor socialmente deseado, la deshonestidad se emplea frecuentemente para obtener beneficios personales, evitar castigos o incluso proteger los sentimientos de otros. No obstante, en un porcentaje reducido de la población, la mentira deja de ser un recurso meramente circunstancial y se convierte en un comportamiento atípico, frecuente e incluso patológico, asociado a características de personalidad antisocial o rasgos oscuros.
La psicopatía, un constructo ampliamente estudiado en el ámbito forense y clínico, se ha caracterizado tradicionalmente por la presencia de comportamientos antisociales, ausencia de remordimiento, falta de empatía y tendencia a la manipulación y el engaño. La asociación entre psicopatía y mentira ha sido un supuesto central en la literatura, y a menudo se considera la deshonestidad como uno de los sellos distintivos de la psicopatía. Pese a ello, los hallazgos empíricos que exploran este vínculo no son siempre consistentes.
En la última década, se han publicado múltiples estudios que intentan esclarecer la relación entre los rasgos psicopáticos y la propensión a mentir, así como la calidad y cantidad de las mentiras dichas. Este artículo ofrece una revisión integradora de la literatura, incluyendo hallazgos recientes tanto en contextos experimentales como en muestras poblacionales de riesgo, considerando además enfoques teóricos actuales como el modelo triárquico de la psicopatía y la tríada oscura (psicopatía, maquiavelismo y narcisismo). Asimismo, se discuten las características atípicas de la mentira —incluyendo la tendencia a mentir por diversión o sin motivos aparentes— y su relación con trayectorias de desarrollo antisocial y criminógeno a lo largo del tiempo.
La psicopatía: definición y modelos conceptuales
La psicopatía es un constructo heterogéneo que ha sido conceptualizado de diversas formas. Tradicionalmente, se ha asociado con rasgos como la manipulación, la superficialidad emocional, la falta de empatía, la ausencia de remordimiento y la conducta antisocial persistente. Instrumentos como la PCL-R (Hare & Neumann, 2008) han sido claves en su medición. Sin embargo, investigaciones recientes han cuestionado algunas premisas clásicas sobre la psicopatía, argumentando que no todos los individuos con rasgos psicopáticos presentan déficits morales o emocionalmente evidentes (Rosenberg Larsen et al., 2020).
La psicopatía puede ser entendida desde diferentes modelos. El modelo triárquico (TriPM; Patrick, 2010; Van Dongen et al., 2017) considera tres componentes:
- Audacia: Valentía, seguridad en uno mismo, dominancia social y tolerancia al peligro.
- Mezquindad: Falta de empatía, crueldad interpersonal, desprecio por los demás.
- Desinhibición: Impulsividad, imprudencia, problemas en el autocontrol, tendencia a la irresponsabilidad.
Por otro lado, el estudio de la tríada oscura de la personalidad (Paulhus & Williams, 2002), que incluye psicopatía, maquiavelismo y narcisismo, destaca que todos estos rasgos oscuros comparten la manipulación y el engaño como características centrales. No obstante, hay matices: mientras el maquiavelismo se asocia con una frialdad calculadora y un engaño estratégico, la psicopatía implica una manipulación más impulsiva y con menor remordimiento, y el narcisismo podría estar más relacionado con la mentira asociada a la autopresentación grandiosa.
La mentira como fenómeno complejo
La mentira no es un constructo homogéneo. Puede variar en función del motivo (hedonista, altruista, instrumental), del contexto (interacciones íntimas, situaciones académicas, entornos laborales), de la magnitud (desde pequeñas exageraciones hasta engaños graves) y de la frecuencia. La mayoría de las personas mienten ocasionalmente; sin embargo, existe una minoría (alrededor del 5%) que miente de forma prolífica, ya sea por disfrute, por hábito o sin razón aparente (Curtis & Hart, 2022b).
Durante el desarrollo, la mentira pasa por una trayectoria relativamente predecible: aumenta en la infancia y la adolescencia temprana, debido a la evolución de las habilidades cognitivas (teoría de la mente, funciones ejecutivas) y a la exploración de las normas sociales, y luego disminuye en la transición hacia la edad adulta (Talwar & Crossman, 2011). Sin embargo, algunos individuos no siguen esta trayectoria normativa y mantienen niveles elevados de mentira atípica durante la adultez. Esta persistencia atípica se ha relacionado con rasgos antisociales y con la psicopatía en particular (Van Dongen et al., 2017; Rosenberg Larsen et al., 2020).
Evidencias empíricas: Psicopatía, mentira y desempeño en tareas experimentales
La investigación empírica sobre la relación entre psicopatía y engaño ha sido mixta. Por un lado, existe abundante evidencia autoinformada que sugiere que las personas con rasgos psicopáticos altos reportan más conductas deshonestas y una mayor predisposición a comportarse de manera inmoral (Glenn et al., 2009; Zágon & Jackson, 1994). Estudios con la Dark Triad Short (SD3; Jones & Paulhus, 2014) también hallan correlaciones positivas entre las puntuaciones en psicopatía y mentiras autoinformadas en diversos contextos (Baughman et al., 2014; Jonason et al., 2014; Azizli et al., 2016).
Sin embargo, la evidencia basada en medidas conductuales de la mentira es más limitada y a veces inconsistente. Halevy et al. (2013) encontraron correlaciones positivas entre la psicopatía autoinformada y la mentira real en una tarea en la que los participantes podían inflar su desempeño para obtener una recompensa. De manera similar, Roeser et al. (2016) y Wiltermuth (2011) observaron asociaciones positivas entre psicopatía y exageraciones en el desempeño en tareas irresolubles, interpretadas como mentiras hedonistas para obtener beneficios monetarios.
En una línea similar, un estudio reciente (basado en el TriPM) encontró que del 19% de los participantes que mintieron sobre su desempeño en una tarea de rompecabezas irresoluble, aquellos que mintieron obtuvieron puntuaciones más altas en psicopatía que los honestos (Van Dongen et al., 2017). Además, se halló que la audacia psicopática estaba particularmente asociada con la mentira, sugiriendo que la frialdad, la valentía y la falta de miedo a las consecuencias pueden ser rasgos clave para el engaño exitoso.
En contrapartida, otros estudios no han encontrado una relación clara entre psicopatía y capacidad para mentir medidas en situaciones experimentales de engaño (Michels, Molz & Maas genannt Bermpohl, 2020). Por ejemplo, no se halló asociación entre los rasgos de la tríada oscura y la capacidad real de ser creído al mentir, ni tampoco una relación entre inteligencia general y éxito al engañar. Estos hallazgos sugieren que la simple posesión de rasgos psicopáticos no garantiza mayor habilidad para engañar.
Desarrollo de la mentira atípica y psicopatía
Investigaciones longitudinales que siguen a delincuentes juveniles han brindado evidencia importante: alrededor del 5% de la muestra mantuvo rasgos elevados de mentira atípica desde la adolescencia hasta la adultez (Curtis & Hart, 2022b). Estos individuos no solo eran más manipuladores e impulsivos en la adolescencia, sino que también mostraron más delincuencia y consumo de sustancias en la adultez. Este pequeño grupo de mentirosos crónicos parece encajar con el perfil psicopático: manipulación, insensibilidad y desinhibición. La impulsividad, la ausencia de remordimiento y la búsqueda de emociones, presentes en algunos subtipos de psicopatía, podrían explicar por qué ciertas personas mantienen niveles altos de deshonestidad a lo largo del tiempo.
La falta de remordimiento y empatía podría reducir el malestar que generan las mentiras, permitiendo su uso frecuente y sin reparos. La desinhibición, al facilitar la toma de riesgos, podría fomentar la mentira incluso ante el peligro de ser descubierta, mientras que la audacia puede aportar la confianza necesaria para sostener mentiras complejas. Curiosamente, la falta de evidencias sobre el rol de la insensibilidad afectiva en la frecuencia de la mentira atípica sugiere que no todos los componentes de la psicopatía tienen el mismo peso.
El papel de la inteligencia y las capacidades cognitivas en la mentira y la psicopatía
Además de los rasgos psicopáticos, la investigación ha intentado esclarecer si la inteligencia general u otras habilidades cognitivas (por ejemplo, la memoria de trabajo) facilitan el engaño. Dado que la mentira es cognitivamente exigente —se requiere crear una historia, sostenerla coherentemente, recordar qué se dijo, monitorear las reacciones del receptor—, es plausible esperar que una mayor inteligencia favorezca el éxito al mentir.
No obstante, los hallazgos al respecto son ambiguos. Algunos estudios sugieren que la inteligencia podría moderar la relación entre psicopatía y engaño, facilitando la aparición de un “psicópata exitoso” capaz de engañar sin ser detectado. Sin embargo, las evidencias empíricas no han sido concluyentes (Michels et al., 2020; Wright, Berry & Bird, 2012). En ocasiones se ha hallado que la inteligencia emocional o el coeficiente intelectual no predicen la capacidad para engañar con eficacia.
Una posible explicación es que la efectividad al mentir no depende solo de la inteligencia cognitiva, sino también de la experiencia, la capacidad de improvisar y la ausencia de respuestas emocionales delatoras. Si la psicopatía, especialmente en su faceta de audacia y falta de remordimiento, brinda un terreno propicio para el engaño, es posible que la inteligencia no sea un factor determinante, sino secundario. La experiencia y la práctica pueden ser más importantes que la inteligencia pura. Además, el engaño exitoso también depende de las capacidades del receptor para detectar la mentira, las cuales suelen ser bastante pobres (Bond & DePaulo, 2006).
Implicaciones prácticas y teóricas
La evidencia sugiere que la psicopatía se asocia con mayor predisposición a la mentira y el engaño, especialmente cuando se evalúa la tendencia autoinformada a mentir. Esto es relevante en el ámbito forense, la criminología y la psicología clínica, dado que la detección de engaños, la evaluación de la credibilidad y el tratamiento con individuos con rasgos psicopáticos puede implicar dificultades mayores. Los terapeutas, por ejemplo, deben ser conscientes del potencial engaño de pacientes con altos rasgos psicopáticos cuando sus mentiras pueden conducir a la manipulación del proceso terapéutico o la ocultación de conductas de riesgo.
Desde una perspectiva investigadora, el desafío radica en comprender qué subcomponentes de la psicopatía son los más críticos para la mentira. La audacia se ha destacado en algunos estudios, pero la mezquindad y la desinhibición también tienen correlatos con el engaño. Más aún, la evidencia longitudinal que muestra que la mentira atípica sostenida a lo largo del tiempo se asocia con rasgos psicopáticos invita a explorar intervenciones tempranas en individuos jóvenes que presentan estas tendencias, con el fin de prevenir conductas antisociales adultas.
Otro tema de investigación futura es la diferenciación entre mentirosos prolíficos y mentirosos patológicos. Los primeros pueden mentir frecuentemente por diversión y sin motivo aparente, mientras que los patológicos pueden experimentar angustia por sus mentiras y presentan un patrón compulsivo. La psicopatía podría desempeñar un papel diferencial en estos dos subgrupos: el mentiroso prolífico psicopático puede no sentir angustia alguna, mientras que el patológico puede sí tener algún malestar, lo que influiría en la calidad y frecuencia de sus engaños.
Además, se requieren más estudios experimentales que combinen mediciones conductuales objetivas del engaño, informes autoadministrados, evaluaciones de la tríada oscura y mediciones cognitivas. La tecnología de seguimiento ocular, el análisis del lenguaje no verbal y la interacción cara a cara bajo condiciones de engaño podrían arrojar luz sobre el papel exacto de la psicopatía en la dinámica del engaño.
Conclusiones
La relación entre la psicopatía y la mentira es compleja y multifacética. Si bien desde la literatura clásica se ha asumido que la psicopatía se asocia a una mayor y más efectiva mentira, la evidencia actual es matizada. Por un lado, existe correlación entre puntuaciones psicopáticas y mayor tendencia autoinformada a mentir o exagerar el rendimiento, así como a mantener niveles de mentira atípica a lo largo del desarrollo. Por otro, la capacidad de mentir medida experimentalmente no siempre se relaciona con la psicopatía. No todos los individuos con altos rasgos psicopáticos resultan ser grandes mentirosos en contextos controlados.
No obstante, la evidencia sugiere que la combinación de rasgos psicopáticos —especialmente aquellos ligados a la audacia, la falta de remordimiento y la mezquindad— puede crear las condiciones psicológicas propicias para mentir con mayor frecuencia y menos trabas morales, facilitando el engaño y la manipulación. Estos hallazgos tienen importantes implicaciones prácticas para la detección de la mentira, la evaluación forense, la prevención de conductas antisociales y el diseño de intervenciones terapéuticas.
La investigación futura deberá centrarse en determinar los mecanismos subyacentes a la relación entre psicopatía y mentira, la influencia de factores contextuales y ambientales, y la diferenciación entre mentirosos prolíficos, patológicos y aquellos con alta psicopatía. Además, comprender el rol de la inteligencia y otras habilidades cognitivas seguirá siendo un reto pendiente. La complejidad del fenómeno exige un abordaje multidisciplinario que integre la psicología de la personalidad, la criminología, las neurociencias y la investigación en cognición social, con el fin de desentrañar las raíces psicológicas y las consecuencias sociales del engaño sostenido.
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