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La vida de Bernardo Montoya seis años después del asesinato de Laura Luelmo

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Han pasado seis años desde que Bernardo Montoya, condenado a prisión permanente revisable, cometiera el brutal asesinato de Laura Luelmo. En la actualidad, Montoya cumple su condena en la prisión de Teixeiro, donde ingresó en octubre de 2023, lejos del entorno que lo relacionaba con el crimen ocurrido en El Campillo, Huelva. La vida de Montoya en la cárcel ha cambiado considerablemente desde los tensos primeros años de reclusión, marcados por el aislamiento y constantes amenazas de otros reclusos.

Desde su llegada a Teixeiro, Montoya ha mantenido un perfil bajo y ha evitado protagonizar incidentes. Está ubicado en un módulo de respeto y dedica gran parte de su tiempo a un taller terapéutico de cerámica. Fuentes penitenciarias señalan que, si bien no es el preso más popular por su carácter uraño, no ha tenido conflictos con otros internos ni ha recibido sanciones. Colabora en las tareas de limpieza del módulo según el cuadrante establecido y ha manifestado su intención de acceder a un destino remunerado para empezar a pagar la indemnización de 400.000 euros a los familiares de Laura Luelmo, aunque hasta el momento no lo ha conseguido.

Montoya permanece desvinculado de sus familiares, con los cuales no se ha comunicado desde su traslado a Teixeiro. Su rutina carcelaria se caracteriza por la monotonía, sin actividades educativas más allá del taller de cerámica. Este comportamiento contrasta con los primeros años de su condena, cuando fue trasladado en varias ocasiones debido a los problemas que tenía con otros presos. Inicialmente estuvo en la cárcel de Huelva, donde su estancia se volvió insostenible por amenazas de muerte y agresiones por parte de otros reclusos, incluyendo a condenados por terrorismo y miembros de bandas organizadas. Esto motivó su traslado a Sevilla y, finalmente, a Teixeiro, buscando garantizar su seguridad.

El asesinato de Laura Luelmo conmocionó a toda España. Laura, una joven profesora de Zamora, se había mudado a El Campillo para cubrir una baja en un instituto cercano. Bernardo Montoya, su vecino, comenzó a observarla y seguir sus movimientos desde el momento en que ella se instaló. El 12 de diciembre de 2018, Montoya aprovechó un momento en que Laura volvía del supermercado para abordarla y llevarla por la fuerza a su casa, donde la agredió sexualmente y la golpeó brutalmente hasta acabar con su vida. Cinco días después, el cuerpo de Laura fue encontrado en un paraje cercano, cubierto por ramas y con signos evidentes de violencia.

El juicio se celebró en noviembre de 2021 en la Audiencia de Huelva, y Montoya fue condenado a prisión permanente revisable por asesinato, agresión sexual y secuestro, con la agravante de reincidencia y género. Durante el juicio, Montoya intentó culpar a una exnovia del crimen, pero la evidencia forense y su propia confesión inicial apuntalaron su culpabilidad. La sentencia destacó la extrema violencia empleada y el sufrimiento innecesario que Montoya infligió a Laura, lo cual justificó la imposición de la prisión permanente revisable.

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Actualmente, Montoya se encuentra en una situación estable dentro del entorno penitenciario. Su vida en Teixeiro transcurre sin grandes sobresaltos, aunque también sin perspectivas de redención o avance significativo. Pese a su participación en el taller de cerámica y su colaboración en las tareas del módulo, no hay indicios de que haya establecido vínculos positivos o de que se haya comprometido con su reinserción social. Su comportamiento actual parece estar orientado más a evitar problemas que a buscar un cambio genuino.

El recuerdo de Laura Luelmo sigue presente, especialmente en estas fechas en que se cumplen seis años de su asesinato. La condena de Bernardo Montoya representa un intento de hacer justicia ante uno de los crímenes más brutales y desgarradores de los últimos años, un crimen que dejó una marca imborrable en la memoria colectiva del país.
 
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