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La escalofriante confesión de José Bretón: Cómo planeó y ejecutó el asesinato de sus hijos

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José Bretón, condenado en 2013 por asesinar a sus hijos Ruth y José, de 6 y 2 años respectivamente, ha confesado por primera vez cómo llevó a cabo el crimen que conmocionó a España. Durante catorce años, Bretón sostuvo su inocencia, alegando que los niños desaparecieron mientras jugaban en un parque. Sin embargo, en una serie de cartas enviadas al escritor Luisgé Martín y recogidas en su libro El odio, el parricida ha detallado con frialdad cada paso del asesinato.

La obsesión que lo llevó al crimen

Desde septiembre de 2011, cuando su esposa Ruth Ortiz le comunicó su decisión de separarse, Bretón comenzó a desarrollar una obsesión que, según sus propias palabras, lo llevó a perder la razón.

"Me obsesionaba la idea de que se educaran con la familia de mi mujer, que a mí me parecía una familia tóxica… Ahí fue cuando empecé a volverme loco".


Asegura que no cometió el crimen por venganza contra su exesposa, sino porque

"la única salida era acabar con la vida de mi hija Ruth y mi hijo José".

Bretón describe cómo la idea de asesinarlos comenzó a producirle consuelo:


"Los maté por la impaciencia. Necesitaba que esa situación se acabara, que desaparecieran las dudas y la incertidumbre. Es como si se me hubiera metido un monstruo dentro de la cabeza que no me dejara dormir ni pensar en otra cosa. No podía encontrar soluciones. Y cada día era peor que el anterior".

La planificación del crimen

Bretón inició los preparativos semanas antes del asesinato. Entre el 15 de septiembre y el 7 de octubre de 2011, acumuló 250 kilos de leña en la finca de sus padres, ubicada en el polígono de Las Quemadas, y compró más de 271 litros de gasóleo. Además, el 29 de septiembre adquirió Orfidal y Motivan, medicamentos recetados por su psiquiatra, con el propósito de adormecer a sus hijos antes de asesinarlos.

"No busqué información en ninguna parte, no hice ninguna investigación. Había dos condiciones que tenían que cumplirse: que murieran sin sufrimiento y que los cuerpos desaparecieran luego para que no los encontraran. Sin cadáveres no hay crimen, eso está en cualquier novela policiaca. Tenía los medicamentos y tenía la leña en la finca, solo tuve que comprar el gasóleo".

El día del asesinato

El 8 de octubre de 2011, Bretón se despertó con la determinación de ejecutar su plan.

"La mañana del día ocho fui a despertarlos, pero cuando llegué a la cama mi hijo José ya estaba despierto y me echó los brazos para que lo cogiera. Al hacerlo pensé: 'Vaya tela que sea hoy el último día que te vea, pero no puedo soportar la idea de que pases momentos allí'. No recuerdo nada más. No sé si hablé con ellos, pero no hubo palabras especiales. No hubo despedidas ni sentimentalismo. Yo estaba ido. Solo pensaba en que todo acabara".

Disolvió las pastillas machacadas en agua con azúcar y se las dio de beber a los niños.

"Antes de poner los cuerpos en el fuego comprobé que no respiraban, estaban ya muertos. No se enteraron de lo que iba a pasar. Confiaron en mí. No hubo miedo ni dolor ni ningún tipo de sufrimiento".

Después trasladó los cuerpos a la finca, donde encendió la hoguera con la leña y el gasóleo.

"Allí mismo, al pie de la hoguera, en cuanto los cuerpos empezaron a arder me dije: '¡Pero qué has hecho! ¡Qué has hecho!'. Ojalá hubiera podido dar marcha atrás en ese momento. Pero ya no había remedio".

La coartada fallida


Bretón diseñó una coartada para evitar ser acusado. Simuló que los niños habían desaparecido en el parque Cruz Conde, lo que generó una intensa búsqueda mediática y policial. Sin embargo, la investigación desmontó su versión y reveló pruebas concluyentes que lo incriminaron.

"Por supuesto que pensé que podía librarme. Si no había cuerpos, no podían acusarme de nada. No podían condenarme. Estuve a punto de conseguirlo. Me faltó solo un poco más de suerte".

Arrepentimiento y redención fallida


En sus cartas al escritor, Bretón asegura que aceptó hablar porque necesitaba expresar su arrepentimiento:

"Necesitaba decir que me arrepiento, que el hombre que mató a Ruth y José quiere pedir perdón por el daño que hizo".

No obstante, admite que nunca podrá pedirle perdón directamente a Ruth Ortiz:

"No sabría qué decirle. Ni siquiera sé qué decirme a mí mismo. Yo he tenido que perdonarme, porque si no no podría seguir viviendo, pero nadie más puede hacerlo".

Bretón también reflexiona sobre el temor de su exesposa a su salida de prisión:

"Es ella la que tendría razones para matarme a mí, no al revés".
 
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