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La Colilla que cambió todo: Reconstruyendo la Escena del Crimen de Rocío Wanninkhof

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El caso de Rocío Wanninkhof es uno de los más notorios y controvertidos en la historia reciente de España. Rocío Wanninkhof, una joven de 19 años, desapareció el 9 de octubre de 1999 en la localidad de Mijas, Málaga. Su desaparición desencadenó una intensa búsqueda y una gran atención mediática.

El 2 de noviembre de 1999, el cuerpo de Rocío fue encontrado en un lugar apartado cerca de Marbella. Presentaba múltiples heridas de arma blanca y signos de haber sido atacada violentamente.
Dolores Vázquez, ex pareja de la madre de Rocío, se convirtió rápidamente en la principal sospechosa. La investigación se centró en ella debido a su relación pasada con la familia de Rocío y a testimonios que la señalaban como una figura conflictiva. La ausencia de pruebas físicas concluyentes no impidió que fuera arrestada y juzgada.
El juicio de Dolores Vázquez atrajo una enorme atención mediática. Se la pintó como una mujer fría y celosa, y muchos medios de comunicación la presentaron como culpable antes incluso de que se emitiera el veredicto. En 2001, fue declarada culpable y condenada a 15 años de prisión.

Sin embargo, la historia dio un giro inesperado en 2003, cuando apareció una colilla de cigarrillo en la escena del crimen con ADN que no coincidía con Dolores Vázquez. Este hallazgo llevó a la reapertura del caso. El ADN de la colilla coincidía con el de Tony Alexander King, un ciudadano británico con antecedentes penales por asaltos sexuales en el Reino Unido.
En 2006, Tony King fue juzgado y declarado culpable del asesinato de Rocío Wanninkhof, así como del asesinato de otra joven, Sonia Carabantes, cometido en 2003. Dolores Vázquez fue absuelta y liberada, aunque el daño a su reputación y el sufrimiento personal ya estaban hechos.

Este caso es un claro ejemplo de cómo la presión mediática y las conjeturas pueden influir en una investigación criminal. También pone de relieve los desafíos de la justicia penal y la importancia de basar los veredictos en pruebas sólidas y no en prejuicios o emociones. La historia de Rocío Wanninkhof sigue siendo una trágica recordación de la necesidad de un sistema judicial justo y objetivo.
 
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