LECrim
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En el documental, se describe una prisión ubicada en Nagano, en las montañas japonesas. Después de meses de negociaciones, el equipo de filmación obtiene permiso para ingresar al lugar. La prisión alberga a 900 reclusos, todos hombres, que incluyen desde delincuentes comunes hasta asesinos. Las autoridades imponen varias restricciones: no se permite filmar las puertas, interrogar a los guardias frente a los reclusos, ni hablar con los prisioneros. Solo dos detenidos podrán ser entrevistados, en presencia de los guardias, al final de la filmación.
Al explorar la prisión, sorprenden el silencio y el orden impecable, incluso las sandalias están alineadas frente a las celdas. Los guardias despiertan a los prisioneros con gritos y música clásica. Algunas celdas albergan a seis hombres, otras son individuales para los presos de mejor comportamiento. El edificio es moderno y está extremadamente limpio, sin hacinamiento ni condiciones insalubres. La vida de los prisioneros está estrictamente regulada, con cada movimiento cronometrado. Tienen exactamente una hora para desayunar, cepillarse los dientes y afeitarse, todos al mismo tiempo. Luego, deben limpiar las celdas a fondo, y todo debe estar en su lugar exacto, con los guardias verificando que todo esté en orden.
Los prisioneros que infringen las reglas reciben advertencias y, si persisten, son castigados. En caso de acción disciplinaria, los prisioneros son ubicados en celdas de reflexión, donde no pueden hacer nada más que arrepentirse de sus errores, sentados en posición agura (al estilo japonés). Estos castigos pueden durar entre uno y 60 días, sin actividades, televisión ni lectura. Para el personal penitenciario, esto no es acoso, sino una visión japonesa del orden, donde todo está organizado en función del grupo, no del individuo.
El documental también menciona que este régimen es el que Carlos Ghosn, un alto ejecutivo arrestado en Japón, habría enfrentado si hubiera sido declarado culpable. Las investigaciones en Japón a menudo se basan en confesiones, lo que puede llevar a errores judiciales. El amor por el orden y la disciplina es parte integral de la cultura japonesa.
Japón tiene una de las tasas de criminalidad más bajas del mundo y las cárceles se están vaciando, con una población carcelaria que envejece. Sin embargo, el sistema penitenciario japonés puede parecer inhumano a los extranjeros, como lo demuestran los testimonios de prisioneros extranjeros que han vivido experiencias traumáticas en el sistema.
Por ejemplo, Mark Karpeles, un genio de la informática, estuvo encarcelado durante 11 meses, y su experiencia refleja las estrictas reglas y el aislamiento. En otro caso, Keiko Aoki, quien pasó 21 años en prisión por un incendio que no causó, fue liberada tras una larga lucha legal que demostró su inocencia. Estos ejemplos resaltan las dificultades que enfrentan los prisioneros en Japón y el sistema basado en confesiones.
La prisión de Kume, conocida por su arquitectura en forma de X, organiza un festival anual que atrae a miles de personas. Sin embargo, para algunos ex prisioneros, este ejercicio de relaciones públicas contrasta con la dura realidad de la vida carcelaria. A pesar de los intentos de presentar el sistema penitenciario bajo una luz positiva, el documental muestra que las condiciones de detención y las políticas de confesiones en Japón pueden ser extremadamente duras y afectar profundamente la vida de los detenidos.