
El 29 de julio de 2023, Erin Patterson preparó en su casa de Leongatha, Australia, un sofisticado Wellington de ternera para sus familiares más cercanos. Nadie imaginaba que detrás de aquella hospitalidad se ocultaba un fatal ingrediente: el mortal hongo Amanita phalloides. Tres personas murieron y una cuarta sobrevivió milagrosamente. ¿Fue un accidente o un plan meticulosamente preparado?
El Plato de la Discordia
Lo que empezó como una reunión familiar aparentemente normal se transformó rápidamente en una pesadilla cuando los invitados de Erin Patterson, Don y Gail Patterson, y los hermanos Heather e Ian Wilkinson, comenzaron a experimentar graves síntomas de intoxicación tras consumir el Wellington de ternera. Inicialmente diagnosticados con gastroenteritis, la situación escaló rápidamente, dejando tres muertes confirmadas: Heather y Gail fallecieron el 4 de agosto, seguidas por Don el 5 de agosto. Ian Wilkinson, quien necesitó un trasplante de hígado, sobrevivió milagrosamente tras siete semanas hospitalizado.
"Oculto dentro de la masa hojaldrada y la duxelles de champiñones finamente picados, se encontraba un secreto letal: toxinas del hongo Amanita phalloides".
Un Rastro de Evidencias y Mentiras
La investigación que siguió a estas muertes reveló un escenario preocupante. La policía encontró un deshidratador de alimentos descartado en un vertedero local, con rastros del hongo venenoso. Además, el historial digital de Erin incluía búsquedas relacionadas con los hongos tóxicos, así como visitas a áreas conocidas por la presencia de Amanita phalloides.
"Las cámaras de seguridad captaron a Erin Patterson deshaciéndose del deshidratador días después del envenenamiento".
Durante el juicio, quedó al descubierto una serie de mentiras alarmantes: inicialmente, Erin negó poseer el deshidratador y afirmó haber usado hongos del supermercado. Más tarde, admitió haber recolectado hongos silvestres ella misma.
Motivos Ocultos y el Drama Familiar
El deterioro en la relación de Erin con su exmarido, Simon Patterson, especialmente por disputas financieras, fue presentado como posible motivo. Mensajes enviados por Erin reflejaban un profundo resentimiento hacia la familia de su exmarido:
"Estoy harta de esta mierda, no quiero tener nada que ver con ellos".
Estos mensajes fueron claves para la fiscalía, que argumentó un móvil basado en el rencor personal y familiar.
La Defensa: Entre el Accidente y el Pánico
La defensa de Erin Patterson alegó que el incidente fue un trágico accidente, resultado del interés inocente de Erin en recolectar hongos durante el confinamiento por COVID-19. Según su abogado, las mentiras posteriores fueron producto del pánico y no indicativas de un crimen planeado.
"Entró en pánico cuando se enfrentó a la terrible posibilidad... de que sus acciones habían causado la enfermedad de personas a las que quería", afirmó el abogado defensor.
Testimonios Decisivos
El testimonio del único superviviente, Ian Wilkinson, resultó crucial:
"Recordó que Patterson sirvió a los invitados en platos de cena grises o blancos, mientras que ella comió de un plato diferente, más pequeño y de color naranja".
Simon Patterson también ofreció un testimonio impactante al revelar que declinó asistir al almuerzo porque se sentía "incómodo" con Erin.
La propia Erin, al subir al estrado, intentó justificar sus acciones, alegando trastornos alimentarios y un pánico abrumador, pero bajo interrogatorio fue percibida como manipuladora y poco creíble.
El Veredicto: Culpable más allá de toda duda
El jurado, después de siete días de deliberaciones, declaró a Erin Patterson culpable de los cargos de asesinato e intento de asesinato, enfrentándola a una posible cadena perpetua.
"El jurado quedó convencido más allá de una duda razonable de que Patterson actuó con la intención de matar".
Este juicio, denominado por la prensa australiana como "el juicio del siglo", trascendió fronteras y puso en primer plano un crimen inusual y macabro que combinó lo doméstico con lo letal, dejando una marca indeleble en la historia criminal contemporánea.