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El Monstruo de Mazan (Francia) a Juicio: Drogó a su Esposa para que 50 Hombres la Violaran durante Años

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Francia enfrenta uno de los juicios más perturbadores de su historia reciente, centrado en Dominique Pelicot, un hombre de 68 años acusado de drogar a su esposa, Gisèle Pelicot, durante casi una década para que otros hombres la violaran mientras estaba inconsciente. Este caso, que ha captado la atención internacional, implica a 51 hombres acusados de participar en las violaciones, que ocurrieron entre 2011 y 2020 en su hogar en Mazan, un pequeño pueblo en el departamento de Vaucluse.

El 3 de septiembre de 2024, comenzó el juicio en el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse, en Aviñón, con la presencia de los 51 acusados y la víctima, Gisèle Pelicot, de 71 años. La fiscalía acusa a Dominique Pelicot de haber drogado repetidamente a su esposa con ansiolíticos, como Temesta y Zolpidem, para dejarla en un estado de inconsciencia total, permitiendo así que los hombres abusaran de ella sin que ella pudiera resistirse o recordar lo sucedido después. Estos abusos ocurrieron en al menos 92 ocasiones, según la investigación.

Gisèle Pelicot, quien estuvo casada con Dominique durante 50 años y con quien tuvo tres hijos, empezó a notar síntomas extraños con el paso del tiempo, incluyendo pérdida de memoria, pérdida de peso, y episodios en los que parecía estar en un trance. Los médicos inicialmente sospecharon que podría estar desarrollando alzhéimer. Sin embargo, en 2020, tras ser citada en una comisaría del sur de Francia, se enteró de la terrible verdad: su esposo había estado drogándola con somníferos para que otros hombres la violaran mientras él grababa los abusos.

El caso se destapó cuando Dominique fue detenido por otro incidente en el que intentó filmar a mujeres bajo la falda en un supermercado. Al revisar sus dispositivos electrónicos, la policía descubrió más de 20,000 archivos de fotos y videos que documentaban los abusos a su esposa, así como mensajes en los que Pelicot se jactaba de sus acciones y coordinaba los encuentros con otros hombres. Estos hombres, que tenían edades comprendidas entre los 25 y los 75 años, incluían a personas de diferentes profesiones, como camioneros, soldados, carpinteros, un guardia de prisiones, un enfermero, un experto en informática, y un periodista local.

Durante la fase de instrucción, se identificaron a 51 de los hombres que participaron en las violaciones. Pelicot confesó que lo hizo porque le gustaba ver cómo otros hombres tocaban a su esposa. Además, estableció una serie de reglas para asegurarse de que su esposa no se despertara durante los abusos: los hombres debían desnudarse en la cocina, no usar perfume ni tabaco, y calentar sus manos para evitar que su contacto la sobresaltara.

Gisèle Pelicot, quien sufre de estrés postraumático y ha sido diagnosticada con cuatro enfermedades de transmisión sexual como resultado de los abusos, ha solicitado el divorcio y ha cambiado su apellido. No recuerda haber sido violada ni por su esposo ni por los otros hombres, y solo reconoció a uno de ellos como un vecino del pueblo. La primera vez que verá las grabaciones de los abusos será durante el juicio, donde estas serán presentadas como prueba.

Además de los cargos de violación, a Dominique Pelicot se le ha relacionado con otros crímenes, incluyendo el asesinato de una mujer de 23 años en 1991 y un intento de violación de una joven de 19 años en 1999. Pelicot admitió el intento de violación, pero niega cualquier implicación en el homicidio.

El juicio se celebra en un momento de gran escrutinio sobre cómo se manejan los delitos sexuales en Francia. Algunas legisladoras feministas están abogando por cambios en la legislación para que quede claro que el sexo sin consentimiento es violación, que el consentimiento puede retirarse en cualquier momento, y que no puede existir consentimiento si la agresión sexual se comete "abusando de un estado que impide el juicio del otro". Este caso ha puesto de relieve el uso de drogas para cometer abusos sexuales y ha provocado un examen de conciencia en la sociedad francesa sobre la percepción del consentimiento en materia sexual.

Este juicio se prolongará durante varios meses, y podría culminar con condenas de hasta 20 años de prisión para los acusados si son hallados culpables.

Fuentes:

 
Dominique Pélicot: El narcisista perverso que convirtió a su esposa en un objeto de sus fantasías sexuales más oscuras

El juicio contra Dominique Pélicot, acusado de drogar a su esposa durante casi una década para que decenas de hombres la violaran mientras ella estaba inconsciente, ha revelado detalles escalofriantes sobre su personalidad. Pélicot, de 71 años, fue detenido en 2020 tras ser sorprendido grabando a mujeres en un supermercado sin su consentimiento. Sin embargo, lo que parecía un incidente menor destapó una historia mucho más perturbadora cuando las autoridades encontraron en su ordenador miles de fotos y vídeos de los abusos cometidos contra su esposa, Gisèle.

La fachada del hombre respetable

En su vida cotidiana, Pélicot se presentaba como un hombre afable y servicial. La familia y amigos lo describían como un “padre gallina”, un hombre dedicado y atento con su familia. Durante años, fue visto como un esposo y padre ejemplar, comprometido con su hogar y con un comportamiento aparentemente normal en su entorno social. Sin embargo, este aspecto respetable de su vida era solo una fachada. Detrás de esta imagen se ocultaba un hombre con profundas perversiones, capaz de manipular y someter a quienes estaban más cerca de él.

Sus propios hijos, que en un principio compartían esa visión positiva, se dieron cuenta más tarde de la realidad que escondía su padre. Caroline, su hija, expresó en el juicio que hasta descubrir las imágenes de los abusos, siempre había pensado que su padre era un hombre "cariñoso y considerado". Sin embargo, este ideal paterno se desmoronó cuando encontró fotos que él había tomado de ella y otras mujeres de la familia sin su consentimiento. La vida pública de Dominique Pélicot estaba diseñada para ocultar su verdadero carácter, que emergía en la oscuridad.

Egocentrismo y narcisismo

Los expertos que han analizado a Pélicot durante el juicio han coincidido en describirlo como un "egocéntrico narcisista". Su comportamiento sugiere una total incapacidad para reconocer las necesidades y deseos de las personas a su alrededor, particularmente de su esposa, a la que no veía como un ser humano con derecho a su propia autonomía, sino como un objeto que existía para satisfacer sus deseos sexuales. La psicóloga Annabelle Montagne, quien lo evaluó tras su detención en 2020, subrayó que Pélicot no sentía arrepentimiento por las violaciones y abusos que cometió. Su principal preocupación no era el daño que había infligido a su esposa, sino las consecuencias que el juicio tendría sobre su vida y su reputación.

Para Pélicot, el verdadero problema no era haber violado la dignidad y los derechos de Gisèle, sino que su vida perfecta se desmoronara por el proceso judicial. “Todo podría haber seguido igual si no me hubieran detenido. Gisèle no se habría enterado de nada, habríamos seguido siendo felices”, comentó durante uno de los encuentros con los psicólogos. Esta declaración no solo refleja su frialdad emocional, sino también su absoluta incapacidad para empatizar con la víctima. En su mente, la estabilidad de su vida familiar y su propio bienestar estaban por encima de cualquier consideración hacia su esposa, a la que él mismo había convertido en víctima de múltiples violaciones.

Voyerismo y control

El análisis psicológico también revela que Pélicot tiene una fuerte inclinación hacia el voyeurismo. El hecho de que grabara los abusos a su esposa y almacenara miles de fotos y vídeos apunta a una profunda necesidad de controlar y observar a otros en situaciones de humillación. Según los expertos, Pélicot no solo disfrutaba de ver a otros hombres abusar de su esposa, sino que lo hacía bajo un patrón de control absoluto. Él decidía cuándo y cómo se llevarían a cabo las violaciones, quiénes participarían y cómo documentaría estos actos.

Este patrón de comportamiento lo define como un hombre que necesitaba imponer su poder sobre las personas que estaban bajo su control. La sumisión de Gisèle no era suficiente para él; tenía que crear una situación en la que pudiera observarla siendo violada, lo que alimentaba tanto su deseo sexual como su necesidad de control. Su uso del voyeurismo no era un simple fetiche, sino un medio para reafirmar su dominio sobre su esposa, quien permanecía inconsciente mientras todo esto sucedía.

Falta de empatía y manipulación

El testimonio de Annabelle Montagne dejó claro que Pélicot no tenía problemas mentales que le impidieran discernir entre el bien y el mal. Aunque no sufría de patologías graves, sí mostraba una profunda falta de empatía y una habilidad manipuladora muy desarrollada. Pélicot estaba plenamente consciente de lo que hacía y del daño que infligía, pero nunca mostró remordimiento por ello. En lugar de preocuparse por el bienestar de su esposa, estaba más interesado en la imagen que proyectaba hacia los demás.

Pélicot manipulaba su entorno para satisfacer sus deseos sin levantar sospechas. Por fuera, era un hombre devoto y ejemplar, pero en su vida privada construyó una red de mentiras y abusos. Su capacidad para engañar y controlar a quienes lo rodeaban fue clave para mantener los abusos durante casi una década. La psicóloga Montagne lo describió como un hombre “narcisista” y “manipulador”, que veía a su esposa como un medio para cumplir sus deseos y fantasías sexuales, sin considerar sus derechos como persona.

El abuso como respuesta a la frustración

Una de las razones que llevó a Pélicot a comenzar los abusos fue la negativa de Gisèle a participar en intercambios de pareja. Según su propio testimonio, tras discutir con su esposa sobre este tema, decidió drogarla para llevar a cabo su fantasía sexual sin su consentimiento. Esta decisión refleja el nivel de frustración que Pélicot experimentaba cuando no podía obtener lo que quería de manera consensuada. En lugar de respetar los límites de su esposa, optó por tomar medidas extremas que demostraban su incapacidad para aceptar una negativa.

El abuso continuado fue su respuesta a la frustración y a la falta de control que sentía sobre su vida sexual. A través de la manipulación y la sumisión de su esposa, Pélicot logró recrear una situación en la que podía obtener lo que deseaba sin enfrentar la oposición de Gisèle. Este comportamiento también revela su incapacidad para formar relaciones humanas saludables y su necesidad constante de imponer su voluntad sobre los demás.

El caso de Dominique Pélicot ofrece una visión perturbadora de un hombre que, detrás de una fachada de respetabilidad, ocultaba una personalidad profundamente narcisista y manipuladora. Su egocentrismo y su falta de empatía le permitieron mantener durante años una doble vida, en la que veía a su esposa como un objeto para satisfacer sus perversiones sexuales. Sin embargo, más allá de su comportamiento aberrante, lo que más destaca es su capacidad para manipular a quienes lo rodeaban, y la frialdad con la que justificaba sus actos, mostrándose más preocupado por las consecuencias que este juicio tendría sobre su reputación que por el daño irreversible que había causado a su esposa.



Fuentes:

El Mundo
Infobae
El Español
La Razón
El Universo
 
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