En el reciente juicio del caso Samuel Luiz, cinco acusados se enfrentan a condenas de entre 22 y 27 años de cárcel por el asesinato del joven en una brutal agresión grupal el 3 de julio de 2021. Los hechos ocurrieron durante una pelea en la que Samuel fue golpeado hasta la muerte por un grupo de personas. La fiscal del caso, Olga Serrano, fue contundente en su alegato final: "Los lobos cazan para sobrevivir. Los seres humanos, por diversión". En este contexto, la teoría de la desindividuación adquiere especial relevancia, ya que ayuda a explicar cómo el comportamiento violento puede amplificarse en situaciones de agresión colectiva.
La desindividuación es un concepto que se refiere a la pérdida de la identidad individual cuando se está en un grupo, lo cual lleva a una disminución de la autoconsciencia y, con frecuencia, a comportamientos impulsivos y antinormativos. En el caso de Samuel Luiz, esta teoría parece aplicarse claramente: cada uno de los acusados alega un papel menor o simplemente niega haber actuado de forma violenta. Sin embargo, la acusación sostiene que el grupo actuó como una unidad, lo que implica una responsabilidad compartida por el resultado fatal.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo en España señala que, cuando hay un control efectivo sobre la ejecución del delito y una contribución significativa al resultado, las penas deben ser equiparadas, independientemente del rol específico de cada uno de los implicados. En el caso de Samuel Luiz, esto significa que tanto el agresor principal como aquellos que impidieron que se le socorriera o contribuyeron de cualquier manera son considerados coautores del asesinato.
La teoría de la desindividuación fue planteada inicialmente por el psicólogo social Leon Festinger en los años 50 y posteriormente ampliada por Philip Zimbardo y Gustave Le Bon. Según esta teoría, los individuos pierden su sentido de responsabilidad y se sumergen en el comportamiento colectivo de la masa, actuando de forma más impulsiva y agresiva. Zimbardo, en particular, estudió este fenómeno en su famoso experimento de la prisión de Stanford, donde se observó cómo la asignación de roles y la desindividuación llevaron a los participantes a comportarse de forma violenta e inhumana (“Efecto Lucifer”).
En el contexto del asesinato de Samuel Luiz, la teoría de la desindividuación es clave para entender la dinámica de los acusados. A medida que la responsabilidad se diluye entre varios miembros, el anonimato y la difusión de la responsabilidad contribuyen a una disminución del control individual sobre sus acciones. Los acusados han alegado que sus actos fueron influenciados por el comportamiento del grupo, y que la agresión se produjo en medio de una situación caótica y de alta excitación (“Desindividuación: Qué ocurre cuando la identidad se oculta”).
Olga Serrano, fiscal del caso, comparó la acción del grupo con una "manada de lobos" en la que, mientras algunos golpeaban a la víctima, otros evitaban que pudiera recibir ayuda. La teoría del dominio del hecho, aplicada en este caso, busca identificar quién tuvo el control efectivo sobre la ejecución del delito, pero la conclusión de la fiscalía es que todos, de una forma u otra, participaron de igual manera en el objetivo común de atacar y provocar la indefensión de Samuel Luiz.
El estudio de la desindividuación y de los procesos de difusión de la responsabilidad resulta relevante no solo para comprender cómo se desarrolla una agresión grupal, sino también para reflexionar sobre cómo prevenir que estas situaciones se repitan. Las consideraciones de la teoría de la desindividuación, según las cuales el anonimato y el entorno de grupo pueden fomentar comportamientos violentos y desinhibidos, han sido aplicadas para explicar el comportamiento tanto en disturbios y linchamientos como en contextos en línea, donde el anonimato tiende a potenciar actitudes antisociales (“Desindividuación”).
Finalmente, el caso Samuel Luiz pone de manifiesto cómo el comportamiento humano puede ser influenciado por factores contextuales y grupales, llevando a que personas que en situaciones individuales podrían no mostrar agresividad, participen en actos de extrema violencia. La responsabilidad compartida y la dificultad de delimitar culpas individuales es uno de los mayores desafíos para la justicia en casos de agresión grupal, pero también representa una oportunidad para reflexionar sobre los mecanismos sociales que pueden llevar a la deshumanización y al mal colectivo.
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