
Hoy se cumplen 25 años del asesinato de Rocío Wanninkhof, una joven de 19 años, cuyo caso y la injusta condena de Dolores Vázquez, una amiga de la familia, es uno de los episodios más oscuros de la justicia española reciente. En 1999, el brutal asesinato de Rocío conmocionó al país y desencadenó una serie de errores judiciales y prejuicios que dejaron una huella imborrable en la sociedad.
La desaparición y el asesinato de Rocío Wanninkhof
El 9 de octubre de 1999, Rocío Wanninkhof desapareció en Mijas, Málaga. Había salido de la casa de su novio con la intención de volver a la suya, ubicada a solo 500 metros, para cambiarse de ropa antes de dirigirse a la feria de Fuengirola. Pero nunca llegó. Tras semanas de intensa búsqueda por parte de la Policía, la Guardia Civil, y decenas de voluntarios, el 2 de noviembre su cuerpo fue encontrado sin vida en un paraje desolado de Marbella, con nueve puñaladas. La brutalidad del crimen conmocionó a la sociedad española, que clamaba por justicia y respuestas inmediatas.
Desde un principio, la investigación se centró en la idea de que el asesino podía ser alguien conocido de Rocío. Los indicios y la presión mediática y social empujaron a los investigadores a buscar una vía rápida para cerrar el caso. Y así, en septiembre de 2000, la expareja de la madre de Rocío, Dolores Vázquez, fue detenida como la principal sospechosa.
El linchamiento mediático y la condena sin pruebas
La detención de Dolores Vázquez generó una ola de odio y desprecio público, alimentado en gran medida por los medios de comunicación, que contribuyeron a crear una narrativa simplista y sesgada. Vázquez no solo fue considerada sospechosa por ser la expareja de Alicia Hornos, madre de Rocío, sino también por su personalidad reservada y por su orientación sexual. En una época en la que los prejuicios hacia las personas LGTB eran mucho más pronunciados, estos elementos se convirtieron en factores decisivos para la opinión pública y, lamentablemente, para el proceso judicial.
Durante el juicio, celebrado en 2001, la acusación no presentó pruebas concluyentes contra Dolores Vázquez. En lugar de evidencia directa, el caso se basó en una serie de 21 indicios que no demostraban de manera fidedigna su culpabilidad. Los informes de Criminalística no encontraron coincidencias entre las huellas de Vázquez y las de la escena del crimen, y las fibras encontradas en el cuerpo de Rocío tampoco coincidían con las de las prendas de la acusada. Sin embargo, el jurado popular, influido por la cobertura mediática y el ambiente de hostilidad, declaró a Vázquez culpable del asesinato.
El veredicto estuvo lejos de ser unánime: siete votos a favor y dos en contra. A pesar de las dudas razonables, el juez la condenó a 15 años de prisión y a una indemnización de 18 millones de pesetas (unos 108.182 euros) para la familia de Rocío. Vázquez pasó 17 meses en prisión, condenada por un crimen que no había cometido, mientras era objeto de un linchamiento público que dejó cicatrices profundas en su vida.
El verdadero culpable: Tony Alexander King
En 2003, la investigación dio un giro inesperado con la aparición de un nuevo caso: el asesinato de Sonia Carabantes, otra joven asesinada en circunstancias similares en la misma zona. Las pruebas encontradas en la escena del crimen, incluyendo ADN y otros indicios, llevaron a la detención de Tony Alexander King, un ciudadano británico con un historial violento. Tras ser detenido, se encontró su ADN en un cigarrillo hallado junto al cuerpo de Rocío Wanninkhof, lo que probó su implicación en el crimen y exculpó a Dolores Vázquez de forma definitiva.
King no era un desconocido para la justicia. Había sido encarcelado en Reino Unido en 1986 por estrangular a cinco mujeres, y había sido liberado de manera condicional en 1991. Su llegada a España marcó el inicio de una serie de ataques violentos que culminaron en los asesinatos de Rocío y Sonia. Fue condenado a 19 años de prisión por la muerte de Rocío Wanninkhof, 36 años por el asesinato de Sonia Carabantes, y 7 años más por un intento de violación en 2001. No saldrá de la cárcel hasta 2059.
Un fallo del sistema judicial y el impacto en la sociedad
El caso Wanninkhof se recuerda por la brutalidad del crimen y los fallos graves en la investigación y en el juicio. La presión social, los prejuicios y la necesidad de encontrar un culpable cuanto antes llevaron a que Dolores Vázquez fuera señalada injustamente. Este error judicial evidenció importantes deficiencias en el sistema de justicia español, particularmente en la utilización de jurados populares para casos con una gran presión mediática y social.
La influencia de los medios de comunicación en el caso Vázquez es también un ejemplo de cómo el periodismo puede contribuir a distorsionar la verdad y afectar la presunción de inocencia de los acusados. Durante el proceso, las cadenas de televisión, los diarios y las radios asumieron una postura de condena, presentando a Vázquez como una mujer resentida y peligrosa. Los prejuicios sobre su sexualidad y su relación pasada con la madre de Rocío se utilizaron como un argumento de peso para sostener una narrativa que, finalmente, resultó falsa. El daño causado fue inmenso, y Dolores Vázquez nunca ha sido indemnizada por el sufrimiento que tuvo que pasar injustamente.
El jurado popular y sus limitaciones
El caso también llevó a cuestionar el papel del jurado popular en España. En el juicio de Dolores Vázquez, los miembros del jurado se vieron influenciados no solo por los medios de comunicación, sino también por los prejuicios sociales. El hecho de que el veredicto no fuera unánime y que, pese a la falta de pruebas concluyentes, la acusada fuera encontrada culpable, subraya la vulnerabilidad de este tipo de mecanismo judicial cuando el caso está sujeto a un escrutinio público tan intenso.
El caso Wanninkhof-Carabantes sirvió como un llamado de atención para revisar las normas que regulan el uso del jurado popular. Si bien se trata de un mecanismo que permite la participación ciudadana en la justicia, el riesgo de influencias externas puede poner en peligro la imparcialidad y la justicia en ciertos contextos.
Una injusticia sin reparación
A pesar de la anulación de su condena, Dolores Vázquez no ha recibido compensación alguna por los 519 días que pasó en prisión. En 2008, Vázquez solicitó al Estado una indemnización de cuatro millones de euros por responsabilidad patrimonial, pero el Ministerio de Justicia rechazó su petición. En la actualidad, 25 años después del asesinato de Rocío, Vázquez sigue sin recibir justicia, mientras que su nombre ha quedado indeleblemente marcado por las acusaciones falsas y el sufrimiento que soportó. La falta de reparación no solo refleja una falla del sistema, sino también la indiferencia hacia el sufrimiento personal causado por una condena errónea.
Hoy, en este aniversario tan significativo, el caso Wanninkhof no es solo la historia de un asesinato trágico y un error judicial; es también una advertencia sobre los peligros de la presión mediática y los prejuicios en los procesos judiciales. La historia de Dolores Vázquez y Rocío Wanninkhof debería ser un recordatorio constante de la importancia de un sistema judicial justo, imparcial y riguroso.
La reparación completa del daño causado a Dolores Vázquez es aún una deuda pendiente de la justicia española, y el caso debería seguir sirviendo como un ejemplo de cómo el sistema puede fallar y cómo debería cambiar para evitar que algo así vuelva a ocurrir. La memoria de Rocío Wanninkhof y la injusticia sufrida por Dolores Vázquez deben impulsarnos hacia un sistema judicial que actúe sin prejuicios, basado en pruebas sólidas y con la protección inequívoca de los derechos humanos de todos los ciudadanos.

Una joven desaparecida, una mujer injustamente condenada y un asesino reincidente: 25 años del caso Wanninkhof
Una joven desaparecida, una mujer injustamente condenada y un asesino reincidente: 25 años del caso Wanninkhof
www.rtve.es