Durante varios años un enfermero se dedicó a asesinar a cientos de pacientes
Los llamados “ángeles de la muerte” son una categoría de asesinos seriales que actúan bajo la supuesta impresión de ser salvadores, pero que se valen de su posición como médicos, enfermeros o cuidadores para acercarse a pacientes en hospitales o ancianos en residencias y… asesinarlos.
Este es uno de esos casos, Niels Högel, un asesino en serie que mató unas 150 personas en Alemania.
Nació el 30 de diciembre de 1976 en Wilhelmshaven. Desde niño mostró interés por la medicina y la enfermería, quería seguir los pasos de sus padres. Tras formarse como enfermero, Högel trabajó en hospitales donde era un empleado ejemplar. Sus colegas lo describieron como encantador, carismático, pero también como alguien obsesionado con el poder que le daba salvar vidas.
Su modus operandi era sencillo y escalofriantemente eficaz: inyectaba dosis letales de fármacos a pacientes a quienes luego intentaba reanimar. Era el héroe que salvaba vidas, pero si “fracasaba”, su impulso asesino quedaba satisfecho.
Sus víctimas eran ancianos o enfermos graves, a quienes consideraba una carga para la sociedad. Sus asesinatos eran una forma de "liberación".
En 1999 trabajaba en la Unidad de Terapia Intensiva de la Clínica Oldenburg cuando la cantidad de reanimaciones y muertes aumentó. 58% de las muertes ocurrió cuando Högel estaba de servicio, fue trasladado al área de Anestesiología, donde se repitieron las "emergencias" durante sus guardias. Al salir de vacaciones las muertes disminuyeron.
El hospital no lo denunció, sino que le ofreció la renuncia con una carta de recomendación. Así consiguió una plaza en la Clínica Delmenhorst, al norte de Alemania, donde trabajó por años.
Su suerte terminó en junio de 2005, cuando una enfermera lo encontró reanimando a un paciente, al que antes le había inyectado un medicamento. Pero ella encontró en la basura la caja vacía de un antiarrítmico no recetado al paciente.
La enfermera lo reportó y, tras investigar, el hospital lo denunció. En diciembre de 2006 fue condenado a siete años y medio de prisión por dos asesinatos y dos intentos de homicidio, así que pronto volvería a las calles.
Todo habría terminado allí, pero Högel intentó impresionar a otros presos a quienes dijo: “Después de haber matado a 50 enfermos dejé de contar”. Nuevamente fue denunciado.
Al reabrir la investigación, se exhumaron todos los cadáveres de las clínicas en las que Högel trabajó. De más de 150 víctimas registradas, encontraron 83 en cementerios de Alemania, Polonia y Turquía. El resto había sido cremado.
Tras los análisis se confirmaron las sospechas, casi todos los cuerpos tenían restos del mismo alcaloide
“Lo hice para ganarme el reconocimiento de mis colegas. Cuando conseguía resucitarlos me sentía eufórico, pero cuando se morían me deprimía y me prometía no volver a hacerlo. Pero lo volvía a hacer por aburrimiento”, dijo en el segundo juicio. Högel fue condenado a cadena perpetua.