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Las mentiras que acorralaron al asesino de Ejea: 10 "descomunales" golpes de cincel y tijeras

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Cuando se cumple un mes del crimen, HERALDO revela cómo la Guardia Civil logró desmontar la gran invención del marido de Susana (48 años).​

Las herramientas utilizadas por el presunto autor del crimen de Ejea.
Las herramientas utilizadas por el presunto autor del crimen de Ejea.
La Guardia Civil solo necesitó seis días para despojar a José Francisco A. S. (49 años) de su disfraz de víctima y detenerlo como presunto asesino de su exmujer, Susana (48 años), a la que habría dado muerte de una forma cruel y cobarde el pasado 6 de julio en el taller de la tienda de enmarcaciones que regentaba en Ejea de los Caballeros. Cuando se cumple un mes del trágico suceso, HERALDO ha podido acceder al atestado policial y constatar la "agresividad descomunal" con la que se empleó el presunto homicida. Y, sobre todo, como fueron sus propias mentiras las que lo terminaron acorralando.

Según el informe forense, fueron hasta diez gravísimas heridas en la parte derecha de la cabeza las que causaron la muerte de la vecina de Ejea. Y según deducen los investigadores, su exmarido se valió de unas tijeras de cortar chapa y un escoplo o cincel para producírselas. Ambas herramientas fueron halladas a escasos centímetros del cadáver con restos de sangre e incluso algún cabello. Pero es que, además, las medidas de las heridas de la mujer coincidían plenamente con las de estos instrumentos.

Cuando practicaron la autopsia a la víctima, los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) descubrieron también otras lesiones de interés para la investigación. Las más importantes, unas marcas de estrangulamiento en el cuello y una herida triangular en el cráneo. Gracias a ellas y a la fractura que el presunto asesino presentaba en el quinto dedo de la mano derecha, los encargados de las pesquisas pudieron deducir cuál fue la posible mecánica del crimen.

La Guardia Civil no se atreve a precisar cuál fue el verdadero motivo, pero está convencida de que, cuando ya había cerrado la tienda a mediodía, la pareja mantuvo una fuerte discusión en el taller. Según los investigadores, el encausado no asumía la reciente ruptura matrimonial, era un hombre bastante celoso y siempre estaba pidiendo dinero a Susana para saldar sus deudas. Cualquiera de estos motivos, apuntan, pudo desencadenar la violenta disputa.

En cuanto a la forma en que José Francisco A. S. acabó con la vida de la madre de sus dos hijos, los investigadores creen que, en el transcurso de la discusión, este la agarró con fuerza del cuello e intentó estrangularla. Acto seguido, le propinó un fuerte puñetazo en la cara que le hizo caer y golpearse la cabeza con la esquina de una máquina ensambladora. Y cuando la víctima yacía aturdida y absolutamente indefensa en el suelo, el agresor se colocó encima, cogió las tijeras y el cincel y empezó a ensañarse con ella.

Las huellas de sangre confirmaron las sospechas​

En un primer momento, se barajó la posibilidad de que el móvil del crimen fuera un robo o ajuste de cuentas. El propio encausado contó a la Policía Local de Ejea, la primera en llegar al lugar de los hechos, que dos hombres se habían presentado en el establecimiento y les habían agredido a ambos. Primero a él y después a ella, explicó. Una gran mentira que los investigadores de la Guardia Civil se encargaron después de desmontar.

Durante la primera visita a José Francisco A. S. en el Hospital Miguel Servet, este fue incapaz de dar el más mínimo dato sobre los dos hombres que supuestamente asaltaron el establecimiento. Algo que llamó poderosamente la atención de la Benemérita, puesto que el marido de la víctima sí que ofreció un pormenorizado relato sobre su proceder en cuanto recuperó el conocimiento. Según este, estaba tan aturdido que fue incapaz de ponerse de pie y fue arrastrándose por la tienda hacia la entrada para pedir ayuda. Para los investigadores, la primera gran mentira.

Los rastros y huellas de sangre fueron cruciales a la hora de resolver la autoría del crimen. Durante la inspección ocular del local, los especialistas del Laboratorio de Criminalística comprobaron que había marcas ensangrentadas de las suelas de las zapatillas del encausado en distintas direcciones. Y sobre ellas, un rastro posterior de arrastre, lo que les permitió concluir que, después del crimen, antes de buscar la puerta reptando por el suelo, José Francisco A. S. sí se puso de pie y estuvo deambulando por el taller. De otra forma, apunta la Guardia Civil, le hubiera resultado también imposible dejar un rastro de sangre en un pulsador eléctrico situado a metro y medio de altura.

Los investigadores encontraron también varios trapos empapados en sangre, así como manchas en forma de círculo sobre el suelo. De ello deducen que, en un primer momento, el homicida intentó limpiar la escena del crimen. Y al darse cuenta de que le iba resultar imposible, se planteó otra estrategia.

Al margen de las del ahora encarcelado y las de la víctima, en la tienda no se encontraron huellas de nadie más. Este dato, el visionado de las cámaras de seguridad y algún otro detalle llevaron a la Guardia Civil a descartar definitivamente la tesis del robo.

 
Menuda parrafada explicando una supuesta sesuda investigación para terminar diciendo que visionaron las cámaras de seguridad y vieron que no había entrado nadie en la tienda y que por lo tanto solo pudo ser el marido el que asesinase a su mujer ... menudos peliculeros.
 
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