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De "pagar extorsiones hasta para dormir" a las cárceles VIP de Islandia: Así pasan el verano los 59 madrileños presos en el extranjero

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Zonas comunes en una cárcel de Colombia y en una de Islandia.


Calor extremo, alimentos en malas condiciones, aguas insalubres, extorsiones, corrupción, violencia, insectos, enfermedades... Este es el aciago panorama vacacional al que, sumado a la privación de libertad, deben enfrentarse muchos de los 59 madrileños actualmente encarcelados en el extranjero, repartidos por prisiones de los cinco continentes.

«En su inmensa mayoría se trata de mulas a las que han pillado transportando droga», explica Javier Casado, Director de la Fundación +34, una organización con cerca de 400 voluntarios que desde hace una década viene brindando ayuda desinteresada a más de 3.800 compatriotas que, ya sea de forma preventiva o con condenas en firme, se han visto empujados al infierno de verse encerrados en terceros países. Un número que, según las estimaciones de la Fundación, «es previsible que aumente este verano porque las organizaciones del tráfico de drogas aprovechan los periodos de mayor tránsito aéreo para mover el producto».

Sin embargo, a la hora de localizar y asesorar a los madrileños que se encuentran encarcelados en el extranjero, la realidad resulta mucho más compleja que analizar la estadística: por un lado, los países no siempre cumplen en tiempo y forma con el deber de notificar a las autoridades consulares sobre las detenciones. Por otro, existen presos clasificados como «no consta» (cerca del 30% del total). Una calificación que alude a aquellos internos donde la información sobre la comunidad autónoma del recluso no está disponible por cuestiones de privacidad -«muchos se lo ocultan incluso a sus familias», explican- o un problema en la recolección de los datos.

Un estatus de «no consta» en el que, por ejemplo, se encuentra Daniel Sancho en Tailandia, que en caso de ser declarado culpable por asesinato y mutilación de un cadáver se enfrenta a una larga condena en el Bangkok Hilton, un presidio con una tasa de mortalidad del 25%. Otro célebre caso en esta categoría es el de Álvaro López Tardón, cabecilla de los Miami, que pasa hasta 23 horas al día encerrado en una celda de Florida cumpliendo 150 años por blanqueo.

También es el caso de dos residentes de la capital a los que la policía de Hong Kong detuvo a finales de primavera con más de 100 kilos de cocaína en la habitación de su hotel. Una situación similar a la de los madrileños -en su inmensa mayoría 'cazados' en el aeropuerto de Bogotá- que actualmente cumplen condena en presidios de Colombia.

«Las cárceles como La Modelo y La Picota en Bogotá son escenarios de violencia extrema [con episodios ampliamente documentados en los que se ha llegado incluso a emplear armas de fuego] y extorsiones constantes. Los reclusos madrileños en estas prisiones se enfrentan a un ambiente donde pagar por un lugar donde dormir o las enfermedades por consumir agua en mal estado es una realidad cotidiana», relata +34. «En primavera me entrevisté con el nuevo director de la Modelo, Elmer Fernández, que luchaba por hacer cumplir las normas en la cárcel, y unos días después [tras haber recibido amenazas de los internos por lucha contra la corrupción] fue tiroteado por unos sicarios», cuenta con amargura.

De una fama terrible también gozan las cárceles de Marruecos, en las que hay una decena de madrileños. Sobre ellos, Casado cuenta que suelen ser «autónomos del hachís» que han decidido bajarse al moro en busca de dinero. Sin embargo, «aunque las cárceles allí son conocidas por ser viejas y sucias, a diferencia de Colombia, los marroquíes no son violentos».

Aun así, al igual que sucede con los encerrados en Colombia, Perú, República Dominicana o Bolivia, los presos piden la extradición para cumplir su pena en España. «Intentamos que las familias vean la luz al final del túnel y les explicamos que desde que son detenidos, hasta volver a cumplir el resto de su condena puede pasar un año y medio o dos años si todo va bien... porque hay casos que se enquistan durante años porque en algunos países se pierden papeles».

Tras Marruecos, los países con más madrileños encarcelados son Francia, Alemania y Bélgica. Se trata de «conductores lanzadera del hachís» a los que detienen en lugares con mayores niveles de vida que España y cárceles con celdas individuales, atención sanitaria de calidad y un acceso relativamente fácil a smartphones de contrabando. Una irrupción de la tecnología que ha provocado escándalos en Francia, donde algunos presos se han convertido en influencers con decenas de miles de seguidores que comparten recetas de cocina, trucos de bricolaje para decorar sus celdas o el sistema para introducir hachís con drones.


Aunque resulte contraintuitivo «la mayoría de estos madrileños vuelven para acá» para cumplir su condena, explica Casado. Además de la barrera del idioma, y la sencillez para realizar los trámites por la pertenencia a la UE, la razón es que «no solo importa el estado de la cárcel, sino también con quién estás en la cárcel». Concretamente, «en Francia y Alemania hay mucha población islámica y muchos internos pertenecientes a grupos criminales conflictivos».

Prisiones con buen nivel de vida
Sin embargo, no todos los presos madrileños quieren regresar a España. «A los que caen en Australia, Suiza o Escandinavia, les decimos que no vuelvan para cumplir su condena porque se trata de países con los mejores sistemas de reinserción».


Este es el caso de un madrileño al que Casado visitó hace meses en Australia. «Estaba cumpliendo su pena [sin barrotes, esposas o guardias armados] en una pequeña localidad donde la mayoría de los vecinos son jubilados. Allí me lo encontré con otros 40 presos y un trabajador social pintando vallas por petición del ayuntamiento».

Otro de los casos con más suerte es el del madrileño cumpliendo condena en Islandia, país en el que las prisiones aparecen reseñadas con más frecuencia en las revistas de arquitectura que en las de sucesos. «Les permiten trabajar cobrando 800 euros al mes. Además, les deportan cuando han cumplido tres cuartas partes de su condena. En definitiva, vuelven libres y con 8.000 o 10.000 euros ahorrados».

 
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