Un concierto que nunca llegó
María Teresa Fernández tenía 18 años cuando desapareció la noche del 17 al 18 de agosto del año 2000, en plena feria de Motril. Había quedado con su novio y con unos amigos para asistir al concierto de Café Quijano. Su padre, Antonio, la dejó en la parada del autobús. Fue la última vez que la vio.
“No hace falta que me lleves hasta allí, papá”.
Esa misma noche, su hermana Mercedes debía recogerla. Al ver que no aparecía, llamó llorando a su madre:
“Mamá, a Mari Tere le ha pasado algo porque Mari Tere no viene”.
Intentó contactar con ella por teléfono:
“Mi hija la llama por teléfono en dos ocasiones, pero no contesta, a la tercera, el teléfono da dos veces tono y alguien lo corta. Ahí ya no se sabe nada más”.
Desde entonces, no se ha vuelto a saber nada.
La esperanza como motor tras 25 años
“Cuando Mari Tere desapareció yo tenía 48 años, ahora tengo 71, ha pasado media vida mía y no me he enterado de nada, solo ha estado marcada por el sufrimiento de no saber qué le hicieron o dónde está”.
La familia mantuvo intacta su habitación durante años:
“Para mis nietos siempre fue la habitación de la tita Maritere. Pero un día me di cuenta de que estaba todo ajado, descolorido y que me entristecía aún más… Así que pintamos y dejamos los títulos, algunas de sus cosas y hasta el póster del Che. El resto lo enterramos en el cortijo, porque no podíamos deshacernos de sus cosas sin más”.
El mensaje más difícil: “Ya no irá a prisión”
Hace unos meses, la hermana mediana de María Teresa publicó este mensaje, asesorada por los investigadores:
“El delito ha prescrito. Ya ni tú ni nadie tendrá que vérselas con la justicia. Si todavía no has hablado, hazlo ya. No tendrá consecuencias legales, pero al menos podremos recuperarla y descansar”.
Teresa, su madre, lo resume:
“Nadie sabe lo que es vivir con un desaparecido. Es un dolor crónico, una herida abierta”.
Investigación tardía y sin rumbo
“Las primeras horas hubieran sido vitales para esclarecer lo ocurrido y no nos hicieron caso. Recuerdo cómo nos dijeron que mi hija había cumplido los 18 años, que ya aparecería, que podía ser una pataleta, que no nos preocupásemos. Y aquí estamos 24 años después sin saber nada de ella”.
Desde el primer día, la familia tomó la iniciativa:
“Ese mismo 18 estábamos ya pegando carteles por todo Motril, sin permiso de la Policía, de hecho, nos regañaron”.
Antonio recuerda:
“Pasó tiempo hasta que quisieron venir de Madrid un equipo especializado en desapariciones, estaban unos días, le daban trabajo a los que estaban aquí y se volvían a ir. No es lo mismo que un equipo que permanezca en la zona”.
Ocho minutos sin explicación
“Lo que tenemos claro es que alguien tiene que saber algo. No nos cuadra que un lapso de tiempo de ocho minutos una persona desaparezca y no deje rastro”.
Teresa plantea una hipótesis:
“Creo que mi hija se pudo subir en el coche con alguien, pero si fue a la fuerza, ¿cómo no se le cae el móvil o el monedero? Se tuvo que cruzar con alguien que la conociese o que le preguntase por alguna dirección y ella con su gran corazón, sabiendo cómo era, le dijese ‘yo te llevo’. Ahí también tendría sentido el mensaje que le mandó al novio de ‘tarde pero voy’”.
Antonio lo resume con una frase que ha repetido en muchas ocasiones:
“Mi hija no era una gota de agua que se evaporó, alguien tuvo que ver algo”.
El fantasma de Tony King
En 2008, el asesino Tony King aseguró desde la cárcel que María Teresa había muerto a manos de Robert Graham. La familia pidió que se les confrontara:
“Pedimos en múltiples ocasiones que se confrontara a King con Graham y no se ha hecho. No sé de quién fue la decisión de no hacerlo, porque decían que eran fantasías de un asesino. Somos conscientes de que no se puede hacer caso de todo lo que se dice, pero si en ese momento no había ninguna pista... pues creo que sí había motivos para haber atendido la petición”.
Una búsqueda llena de engaños
“Hemos sufrido miles de estafas. Venían a casa y decían: ‘Te digo dónde está tu hija si me das 20.000 pesetas’”.
“La más gorda fue en la que pagamos 250.000 pesetas, con contrato de por medio. Vinieron a casa dos señores, uno americano y otro que traducía. Nos dijeron que nos daban una carta y que en esa carta estaba el sitio donde estaba mi hija. ¿Qué haces ante algo así? Al principio dudamos. Pero y si le dices que se vaya y te quedas de por vida con la duda”.
Cada año han realizado homenajes. Este año, depositarán un ramo de rosas en el Parque de los Pueblos de América. Una forma de mantener vivo el recuerdo.
Un caso aún abierto
“Se sabe prácticamente lo mismo que el día de la desaparición”, reconoce Antonio.
El sumario no está cerrado. El expediente, que sigue en el Juzgado de Instrucción número cinco de Motril, incluye más de 1.000 folios y cerca de 200 declaraciones.
Teresa concluye:
“Vivimos pensando que la vamos a encontrar. No sabemos cuándo ni cómo, lo que sí esperamos es que por fin nos despertemos de esta dura pesadilla”.
